1. Ser un deudor de buena fe
El deudor debe demostrar que ha actuado de manera correcta en la gestión de sus deudas. Esto implica:
- No haber sido condenado por delitos financieros, patrimoniales o contra los derechos de los trabajadores en los últimos diez años.
- No haber generado la insolvencia de manera intencionada o negligente, es decir, las deudas deben haberse acumulado por motivos ajenos a la mala fe o la imprudencia del deudor.